De pronto, volvió a sentir esa extraña sensación. Como si ya supiera lo que iba a pasar. Como si pudiese sentir esa pesada sombra que poco a poco le cubría el corazón. Podía verla caminar a su lado, la encontraba en todas las esquinas de su camino. Y nunca, nunca era capaz de mirarla a los ojos. No sabía cuanto la aguantaría esta vez, ni si realmente merecía la pena.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Tus ojos sean los que brillen
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